miércoles, 31 de mayo de 2017

MARIANELA OBRA DE BENITO PEREZ GALDOS


OBRA DESTACADA


PERSONAJES


Marianela, personaje principal. Una joven con apariencia de niña. Huérfana y al amparo de la misericordia de la gente. Sus últimos meses vivió feliz y enamorada de su amo Pablo. Tuvo una vida llena de desdichas.

Pablo, personaje principal. Joven ciego, de muy buena posición social que conocía sus tierras como la palma de su mano y disfrutaba de la compañía de la Nela y de las lecturas de su padre. Joven muy sensible e inteligente.

Teodoro Golfín, hombre de mediana edad, bondadoso y de principios rectos. Médico que le da el don de la vista a Pablo e intenta salvar a la Nela.

Francisco Penáguilas, personaje secundario. Padre de Pablo que se desvive por ofrecerle a su hijo todas sus riquezas. Hombre inteligente y bueno.

Florentina, personaje secundario. Prima de Pablo que llega al pueblo para la operación de Pablo. Muy bondadosa y bella. Futura esposa de su primo.

Carlos Golfín, personaje secundario. El ingeniero encargado de las minas.



ARGUMENTO

La historia empieza con una descripción del lugar, un pueblo en el norte de España, Sócrates, donde se encuentran dos hombres: Teodoro, un hombre de mediana edad, y Pablo, un joven ciego, habitante de esas tierras. Teodoro es médico, hermano del ingeniero Carlos Golfín, responsable de las minas. Teodoro, que está perdido, pide ayuda a Pablo, quien se maneja con mucha seguridad por el campo y las cavernas. Teodoro es médico y viene a quedarse una larga temporada, éste, intrigado, pregunta a Pablo por el canto que a lo lejos se escucha. Es Nela, el lazarillo de Pablo y su mejor amiga. Llegan hasta la casa del muchacho y Nela continúa el camino con el médico hasta la casa del ingeniero.

Nela es una chica que creció huérfana y bajo ningún consuelo. Tiene 16 años pero pareciera tener 12 por la precaria alimentación que ha tenido. Es muy delgada, viste andrajos y va descalza. Nela ha sido lazarillo de Pablo desde hace año y medio. Francisco, el padre de Pablo, que goza de una posición económica muy buena, nunca ha tenido reparo alguno en ofrecerle todo lo mejor a su único hijo. Pablo siempre lo ha sido todo en su vida y nada le parece suficiente para aminorarle el dolor de no poder ver.

Nela conoce esas tierras como a ella misma y Pablo dice haber descubierto el mundo por sus ojos. Todos los días salen a pasear por el bosque. Entre ellos hay un gran amor y, sobre todo, el que Pablo le profesa a Marianela.

Nela ha crecido al libre albedrío y al amparo de quien quiera socorrerla. Sin educación ni vestido, con una mala alimentación, pero siempre bajo el cobijo de su natural bondad. El amor que Pablo sentía por Nela era tan grande que siempre le juraba que nunca se separarían y llegó a prometerle que algún día se casarían. Teodoro Golfín era un médico especialista en ojos y, después de hacerle varios estudios, creyó que Pablo tenía alguna esperanza de poder ver. Aunque las esperanzas eran muy pocas, don Francisco y su hijo estaban muy entusiasmados, tanto así, que después de que don Francisco le contó la noticia a su hermano Manuel, éste último prometió que, si Pablo Penáguilas salía con éxito de la operación, casaría a su hija Florentina con su sobrino.

Pablo era un joven sumamente sensible y con una curiosidad intelectual que su padre se había encargado de nutrir con lecturas nocturnas. Tenía la cabeza llena de conceptos e ideas que le habían permitido suplir su ceguera. Ahora, estaba obsesionado con la belleza y decía que Nela era la persona más preciosa del mundo, cosa extraña para los ojos de todos que, aunque no negaban que Marianela era una buena persona, creían lo contrario. Días antes de la cirugía llegaron a Sócrates don Manuel y su hija Florentina, una joven llena de belleza no sólo exterior sino también de una infinita bondad. Ella era la futura esposa del joven Pablo, aunque Pablo insistía en querer a Marianela como su mujer. Con la operación y tantos movimientos en la Aldeacorba, la casa de don Francisco, Marianela y Pablo se distanciaron. Ahora estaba la familia para cuidarlo y Marianela sufría por el temor de perder lo único que la vida le había brindado, el amor del joven Pablo. Pasaron los días y todo el pueblo hablaba del éxito de la operación. Pablo veía y su mayor obsesión en su nueva vida era distinguir la belleza de la fealdad. Marianela temía ser rechazada y decidió alejarse del pueblo y huir con Celipín, un niño con el que vivía y que había decidido dejar su casa.


Florentina, que estaba llena de bondad y de gratitud hacia Nela, le ofreció un verdadero hogar junto a la familia y, además, le avisó de los deseos de su primo por conocerla. Marianela se rehusó y triste y confundida estuvo vagando por el bosque. Un día, Teodoro la encontró en las peores condiciones y la llevó a Aldeacorba a descansar. Ya en casa de los Penáguilas, Florentina cuidaba de Nela, que se veía cansada y confundida. Una tarde, mientras la prima Florentina cosía un vestido para Marianela, Pablo irrumpió en la habitación y, sin la costumbre de la vista, vio a su prima sin percatarse de la presencia de Nela y el doctor: el joven empezó a hablarle a su prima de su belleza y de la fortuna de haberla conocido. Cuando descubre al doctor y a Nela era demasiado tarde. Marianela, turbada por el dolor, el desencanto y la mala vida murió minutos después de confesarle a Pablo su identidad. Florentina que no se perdonó no haber podido ayudarla en vida, cosa irónica, le brindó a Marianela el más bello de los sepulcros.

martes, 30 de mayo de 2017

la novela de Miguel de Cervantes Saavedra

Miguel de Cervantes Saavedra



Nombre completo: Miguel De Cervantes Saavedra
Fecha de nacimiento: 29 de septiembre de 1547 / Lugar de nacimiento: Alcalá de Henares, España 
Murió: 22 de abril de 1616 en Madrid, España 
Géneros literarios: Novelas - Drama - Poesía
Miguel De Cervantes Saavedra es autor de una de las obras cumbre de la literatura española y de la literatura universal, 'El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha'. Es el libro más traducido después de la Biblia.


martes, 16 de mayo de 2017

Platero y Yo

Platero y Yo

Platero es un burro pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Come de todo y los del pueblo dicen que tiene acero.
Era una noche morada y brumosa. Vagas claridades malvas y verdes quedaban tras la torre de la iglesia. Salió un hombre oscuro, con una gorra y un pincho que quería clavar en el seroncillo pero lo impide.
Tres niños hacían como si fueran mendigos, uno decía que era cojo, etc. En esto que llegó una niña forastera y les insulto dándoles a la vez un consejo.
Todo se veía distinto cuando ocurrió el eclipse, el mar parecía blanco… Y para observarlo mejor utilizaban varios instrumentos: gemelos de teatro, etc. Y también lo veían desde diferentes sitios: desde el mirador, etc.
La luna les acompaña por un valle soñoliento. Hay un olor penetrante a naranjas, humedad y silencio. Hace frío y tienen miedo, así que Platero trota para salir de allí.
Le dice a Platero que si fuera a la miga aprendería muchas cosas. Sabría más que el médico. Pero que era muy grande para sentarlo en una mesa, cantar en el coro, escribir con pluma, etc. Además le maltratarían. Así que el mismo dijo que le enseñaría algunas cosas.
Cuando se viste de luto con barba nazarena y pasa montado sobre Platero, los chiquillos gitanos aceitosos y peludos, le llaman loco.
Es Sábado Santo y están matando a Judas. Todos disparan sus escopetas. Pero hay un problema, y es que hay mucha gente que se llama Judas.
Hacía un buen tiempo para comer brevas. Así que echaron una carrera para cogerlas, pero Adela, que era gordita y baja, corría poco y como no la esperaban, se enfado. Poniéndose a tirar las brevas a la cara, y así no las empezamos a tirar entre nosotros.
Caen rosas del cielo, parece que se deshace el cielo en rosas. Cuando caen dejan el paisaje rosado como los cuadros de Fray Angélico.
Parece que la vida pierde su fuerza cotidiana. Si se muriera Platero antes que el muchacho, no lo enterraría en el Moridero como los demás hombres que tienen burros si no que lo enterraría en un lugar donde estuviera entretenido con niños, niñas, pájaros, etc. En el cielo azul de Moguer.
Cuando iban por la dehesa de los caballos, Platero, cojeó. Y cuando le vio la pata se fijó que tenía una púa, y se la sacó. Después el muchacho lo llevó al arroyo para curársela y siguieron su marcha.
Ya llegaron las golondrinas, contando lo que han visto en África y en los lugares por donde han pasado. Están como despistadas sin 
saber qué hacer. Vuelan en línea recta. Y se van a morir de frío.
El muchacho va a ver a Platero al mediodía a la cuadra. Diana una cabra que se echa sobre las patas de Platero, se acerca al muchacho como jugando y lo mira. Y Platero rebuzna de felicidad.
Había un potro negro, con tornasoles granas. En sus ojos parecía que había fuego. Y pasaba por las calles como un campeón. Cuando entro en el corral, cuatro hombres lo cogieron y lo tiraron sobre el estiércol, y, después de castrarlo parecía otro; blando, sudoroso, triste, etc. Lo levanto un hombre y se lo llevó.
Su niñez fue buenísima. Primero se iba a la casilla de Arreburra, y estaba en su corral dorado por el sol, y desde allí miraba Huelva, encaramándose en la tapia. Después de allí se iba a la calle Nueva, etc. Luego a la casa de don José, el dulcero, y se quedaba deslumbrado con sus botas de cabrito. Tuvo muchos sueños, que se imaginaba desde su balcón y otros lugares.
Trata de un niño tonto que siempre estaba sentado en su silla delante de su casa viendo como pasaban las personas. Nunca daba nada, todo era para su madre. Un día cuando pasó el autor ya no estaba el niño tonto sino un pájaro y entonces supo que había muerto y había subido al cielo, y allí estaría sentado en su silla.
Era una niña que se llamaba Anilla la Manteca a la que le gustaba disfrazarse de fantasma, y una noche se vistió para asustar a unos niños pero empezó una tormenta y se metieron en casa. Hubo un ruido seco y entonces todos se quedaron ciegos. Cuando volvieron a la realidad estaban en otro sitio y bajaron donde estaba Platero. Y allí estaba la pobre de Anilla muerta a causa de un rayo.
El autor le va contando a Platero todo lo que ve, las hierbas, las flores, etc. Entonces Platero se pone a beber en un charco que había. Luego todo cambia. Como si cada momento que pasaba fuera a descubrir un paisaje abandonado. La tarde fue inacabable, tranquila. 
Cuenta el autor que estaba jugando con Platero y entonces vio llegar a una mujer gritando que si estaba ahí el médico francés y un poco más atrás venía la gente con un cazador cogido. El médico lo bajo y le miro la herida que tenía en el brazo, pero el médico decía que no era nada. Y un loro repetía todo lo que decía mientras el cazador gritaba de dolor.
Platero como no había subido nunca a la azotea no podía saber lo que allí se sentía. La azotea es maravillosa. Desde allí se pueden ver y sentir un montón de cosas. Parece rara la vida de debajo de la azotea cuando estás allí.
Venían cargados de flores de los montes. Caía la tarde. Parecía que el oro se convertía en plata. Los lirios parecían con otra frescura. Y sin darse cuenta había dejado a Platero atrás.
Siempre que iba el autor a la bodega del Diezmo, él se iba a contemplar la verja para ver si podía ver algo de dentro. Que fantástico espectáculo el de la verja. En sus sueños, el autor, se imagino que aquello era maravilloso. Así que acudía muchas veces para ver si alguna vez la abrían.
Platero iba ungido y hablaba como con miel. Vio a don José en su huerta gritando palabrotas a los muchachos que le robaban las naranjas. Como de él no se habla peor de nadie.
Pero luego está don José el cura que cuando entra en el pueblo montado en su burra, se parece a Jesús cuando iba a la muerte.
Por la culpa de los niños no podía dormir, el autor, pero cuando se asoma a la ventana se da cuenta de que no son los niños, sino los pájaros. Cuando sale a la huerta da gracias a Dios por los pájaros. El campo se abría en estallidos como si estuvieran dentro de un gran panal de luz  en el interior de una inmensa y cálida rosa encendida.
El aljibe estaba lleno de las últimas lluvias, no tenía eco, ni se veía el fondo como cuando está bajo. Le dice el autor a Platero que no había bajado nunca al aljibe, pero que él sí. Anteriormente cuando el aljibe estaba seco  bajó. Tenía una galería larga y un cuarto pequeño donde hacía frío. Cuando era niño no podía dormir cuando llovía por la intriga de ver como estaría el aljibe después de llover. Así que iba a la mañana siguiente como loco a ver hasta donde se había llenado.
A veces iba el perro flaco y anhelante, a la casa del huerto siempre temía los gritos y los apedreamientos. Un día llego detrás de Diana y un guarda que lo vio se asusto por la muchacha, así que disparó al perro matándolo. Platero lo miraba fijamente mientras el guarda se arrepentía. Abatidos por el viento los eucaliptos parecía que lloraban y la siesta se tendía sobre el perro muerto.
Le dijo, el autor, a Platero que mientras que él se para, para ver el remanso se fuera al prado. El sol lo alumbraba pasando su agua espesa. Todo parecía pequeño pero a su vez inmenso porque parecía distante. Ese remanso era su corazón antes. Hasta que el amor humano rompió su dique y corrió la sangre corrompida.
Los niños fueron con Platero al arroyo lo han cargado de flores y lo han traído y sobre la empapada lana de Platero estaban las flores amarillas. En esa tarde de lluvia el rebuzno de Platero se hacía alegre. Empieza a comer flores y de vez en cuando mira al autor. Platero mira el campo en esa tarde equívoca de abril donde no para de llover.
Es un canario viejo que tenía el autor, y no lo quería dejar suelto por si se moría. Pero un día se escapo, y los niños estuvieron toda la mañana buscándolo. A la tarde estuvo revoloteando por el jardín y después se metió en su jaula. Y todos se pusieron muy contentos.
Vino trotando un burro viejo asustado por alguna razón. El burro era viejo, estaba en los huesos y rebuznaba ferozmente de forma que Platero se asustaba. Era negro y grande. De fondo se oía el ruido de los pescadores vendiendo en el mercado. Platero seguía temblando y el autor dijo que no parecía un burro.

Al muchacho le llamaba la atención un pájaro que revoleteaba por el prado y vio entonces una trampa que habían puesto lo muchachos. Se estaba dando cuenta de que los pájaros iban a caer. Así que se monto en Platero y obligándole a subir al pinar ahuyentó a los pájaros a otro lugar de forma que no cayeran en la trampa y Platero se lo agradeció dándole golpes en el pecho con el hocico.
Estaban tirados en la acera en todo su largor igual que los perros cansados. La niña pinta en la pared, el niño se orina y el hombre y el mono se rascan. De vez en cuando el hombre se levanta y se va a la calle o la niña canta, etc.
El claro viento del mar sube por la cuesta roja. Platero contento, ágil y dispuesto como si no llevara a nadie encima subía. Íbamos en cuesta arriba como si fuéramos en cuesta abajo. Platero yergue las orejas y en la otra colina está su amada y se oyen rebuznos entre ambas colinas. Pasa frente a ella con cara triste y Platero trata indócil y a veces mira para atrás entristecido.
Platero había estado bebiendo en la fuente y se la habría trabado una sanguijuela y está echando sangre por la boca. Pidió ayuda a Repaso y entre los dos intentaron sacarle la sanguijuela atravesándole un palo entre los guijarros pero Platero no quiere. Allá dentro se la veía, y con dos sarmientos se la quitó. Después de quitársela a Platero la corto sobre el arroyo para que no hiciera daño a más burros.
Le dice el autor a Platero que se aparte para que pasen estas tres viejas. Una de ellas era ciega y las otras dos la guiaban. Iban diciendo palabras lamentables. Eran gitanas, se notaba por la forma de vestir, con trajes pintorescos y de luto. Iban al médico, con mucha confianza enfrentándose al calor primaveral.
En el arroyo grande se habían encontrado una carretilla y al lado a una niña llorando porque no podía empujarla para que saliera del barro, y como el burro que tenía era muy joven y débil, le engancho el autor a Platero y consiguieron sacarla. La subieron también la cuesta y la niña se lo agradeció. Le dio dos naranjas la muchacha y el autor le dio una al burro joven y otra a Platero.
Le dice a Platero que el alma de Moguer es como el pan y no el vino. Al mediodía todo el pueblo huele a pan calentito y la gente se lo como con el gazpacho, con el aceite, etc. Llegan los panaderos montados en sus caballos a repartir el pan y los niños pobres empiezan a pedirles un poquito de pan.
Le cuenta a Platero que está muy guapo y que relucía mucho. Platero se acercaba al autor avergonzado pero tan limpio como la más joven de las Gracias. Cuando se acerca al autor le acaricia y sale a correr como su perrillo juguetón. Entonces sale otra vez a correr y hace como si comiera y se ríe y no se le ve mucho por el sol.
Dondequiera que para o adondequiera que llega parece como si estuviera en el Pino de la Corona. Al crecer el pino el autor también ha crecido, y cuando le quitaron una rama es como si al autor le doliera. A veces el Pino de la Corona llama al autor para que vaya a descansar a su paz como el término verdadero y eterno de mi viaje por la vida.
Darbón es el médico de Platero, es muy grande gordo y un poco viejo. A veces se traba hablando y agacha la cabeza por vergüenza y para corregirse. No le quedan apenas ni dientes ni muelas y sólo como bolas de migas de pan y cuando las mastica con las encías se le sube la barba a la nariz. En la puerta del banco, cuando se pone, tapa la casa. Pero es muy sensible. Y cuando ve una flor o un pájaro se ríe. Cuando mira para el cementerio llora por su niña.
En el seco y polvoriento corralón había un niño en la fuente y en los ojos parece estar escrito la palabra oasis. Ya hace calor de siesta y le da al niño el sol en la cabeza pero no lo siente ya que se está bañando. Habla solo se rasca entre sus harapos. El niño se recoge y cambia la forma del agua.
Platero y el autor se llevan bien. Platero sabe lo que le gusta al autor, como por ejemplo, cuando llegan al pino de la Corona, le gusta acercarse a acariciar el tronco. El autor trata a Platero como a un niño. Cuando lo ve cansado se baja para no pesarle tanto. Se parecen muchos, tanto que el autor cree que sueñan lo mismo. Se llevan tan bien que Platero huye de los demás.
Platero y el autor se llevan bien. Platero sabe lo que le gusta al autor, como por ejemplo, cuando llegan al pino de la Corona, le gusta acercarse a acariciar el tronco. El autor trata a Platero como a un niño. Cuando lo ve cansado se baja para no pesarle tanto. Se parecen muchos, tanto que el autor cree que sueñan lo mismo. Se llevan tan bien que Platero huye de los demás.
La hija del carbonero es bonita y sucia, sus ojos son negros. Está en la puerta de la choza, sentada, durmiendo a su hermano. Está todo tan en calma que se oye hasta a una olla cocer en el campo. Y la carbonera canta para dormir a su hermano. Descansa y sigue cantando. El viento está en calma y oyendo a su hermana cantar el niño se duerme.
Le habla a Platero sobre una acacia que sembró él y que fue creciendo hasta que le cubre con su franca. Hoy ocupa casi todo el corral y parece que no es la misma, el autor creo que no se acordará de él. Un árbol sembrado por él, acariciarlo o acariciar su rama graciosa no le trae ese pensamiento de poesía y entonces le entra un escalofrío y se tiene que ir del corral.
Estaba derecha en una triste silla, blanca la cara y mate; el médico le había mandado salir al campo pero ella no podía. La voz se le caía y entonces le ofreció que se subiera en Platero. La gente se asombraba al verlos pasar y Platero iba con cuidado sabiendo que era muy frágil.
Le dijo a Platero que esperaran para ver las carretas. Lo leve limpio y lujoso para piropear a las muchachas y se pusieron detrás de la valla. Estaba lloviendo pero a la gente no le importaba. Pasaron primero en burros, mulas y caballos, todos muy contentos. Luego en sus carros blancos, todo en flor como un jardín. Se oía ya la música y entonces Platero se arrodilló como una mujer , blando y humilde.
Legando al prado se ha echado bajo un pino y se ha puesto a leer por una señal que había. En lo alto se oye como un pájaro se come las semillas. Una sombra se acerca, es Platero que va a leer con el autor. El pájaro interrumpe una palabra y piensa que Ronsard se estaría riendo en el infierno.




sábado, 6 de mayo de 2017

género lírico



Al hablar del género lírico se habla de un género literario donde de manera poética se intenta expresar sentimientos, emociones o ideas del autor o un determinado grupo de personas. Muchas veces se identifica este género por su escritura en verso, pero también puede ser redactado en forma de prosa.
Dentro de este género se pueden hacer clasificaciones para distinguir las distintas composiciones según sus características particulares, algunos ejemplos son:
  1. Oda: estas composiciones se caracterizan por su tono más bien elevado, que suele ser cantado. Puede abarcar diversos tópicos, por ejemplo el amor, un héroe, la filosofía e incluso cuestiones religiosas. Este tipo de composiciones conoce sus orígenes en Grecia. Existe una gran cantidad de odas, un ejemplo podría ser:

“¡Como se van las horas,
y tras ellas los días,
y los floridos años
de nuestra frágil vida!
La vejez luego viene
del amor enemiga,
y entre fúnebres sombras
la muerte se avecina,
que escuálida y temblando,
fea, informe, amarilla,
nos aterra, y apaga
nuestros fuegos y dichas […]”
Meléndez Valdés, Juan

  1. Poesía: lo que busca este tipo de composiciones es expresar la belleza por medio de las palabras. Los registros más antiguos de poemas provienen de Egipto, hace más de 4000 años.  Se cree que en un principio la poesía cumplía una función comunitaria y era utilizada en rituales, es decir un carácter meramente religioso. Más tarde serían introducidos reflexiones cotidianas como el trabajo, los medios de ocio, el amor entre otros. La métrica de la poesía contiene el ritmo, las estrofas y versos. Un ejemplo de poesía podría ser:
“Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán! […]”
Bécquer, Gustavo Adolfo
  1. Soneto: estas composiciones se caracterizan por ser redacciones de  4 estrofas, dos tercetos y dos cuartetos, constituidos por 14 versos, compuestas a su vez por 11 sílabas. Normalmente la estructura del fondo suele ser una introducción, el desarrollo y un cierre. Uno de los artistas que mejor representa a este subgénero es el italiano Arezzo Francesco Petrarca, uno de sus sonetos es el “Soneto a Laura”:


“Paz no encuentro ni puedo hacer la guerra,
y ardo y soy hielo; y temo y todo aplazo;
y vuelo sobre el cielo y yazgo en tierra;
y nada aprieto y todo el mundo abrazo.
Quien me tiene en prisión, ni abre ni cierra,
ni me retiene ni me suelta el lazo;
y no me mata Amor ni me deshierra,
ni me quiere ni quita mi embarazo.
Veo sin ojos y sin lengua grito;
y pido ayuda y parecer anhelo;
a otros amo y por mí me siento odiado.
Llorando grito y el dolor transito;
muerte y vida me dan igual desvelo;
por vos estoy, Señora, en este estado.”

  1. Copla: estas composiciones están compuestas por cuatro versos y normalmente son utilizados en los cantos populares. Este subgénero lírico encontró sus orígenes en España y ha sido muy desarrollado en los países de América.
 “[…] Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
e consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
e los ricos. […]”

genero epico

Género épico 

Es aquel que presenta hechos legendarios o ficticios de forma objetiva, desarrollados en un espacio y tiempo determinados. El autor de este género literario suele expresarse por medio de la narración, aunque también puede incluir la descripción y el diálogo. Hay casos donde la épica no es escrita sino oral, contada por los rapsodas.
El género épicoCabe destacar que el género épico puede estar basado tanto en hechos verídicos como en inventados. La narración se realiza en tiempo pasado, mientras que el narrador puede aparecer o no en la obra. Esto lo diferencia del género lírico, donde el narrador está siempre presente, y del género dramático, donde desaparece por completo.
La forma más habitual de la épica es la prosa o el verso largo(hexámetro, verso alejandrino, etc.). Su mayor extensión está determinada por su inclusión del resto de los géneros en determinados pasajes de las obras. Por otra parte, la épica pueda presentar divisionesen su estructura, como capítulos y epígrafes.
Entre los distintos subgéneros de la épica, aparecen la novela, el relato, el cuento tradicional (narración anónima de carácter oral), el mito (narración breve con una función cognoscitiva o explicativa), la leyenda (presenta hechos con alguna base histórica de verdad pero con elementos ficticios), el romance (narración breve en verso), la epopeya (narra las hazañas de un héroe arquetípico), el cantar de gesta(similar a la epopeya, pero con menor presencia de los elementos divinos y fantásticos) y el poema épico culto (una actualización de la epopeya griega y romana). Cada uno de estos subgéneros, a su vez, presenta diferentes clases de textos y tipologías.
Por último, es importante señalar que la trama de la épica puede seguir un orden cronológico (estructura lineal), donde se respeta una temporalidad objetiva, o puede alterar el orden de los sucesos (estructura discontinua o no lineal).